Bolivia no ofreció mayores novedades en el inicio de su participación en la Copa América Centenario. Sigue siendo la misma de siempre, un equipo débil y vulnerable al que le cuesta jugar bien y ganar.
Sumó una nueva derrota en su historial en el debut frente a la entuasiasta Panamá, que con unos cuantos chispazos y aciertos ofensivos se quedó con la victoria, oscureciendo el panorama nacional en el torneo.
Muy mal la defensa, flojo el mediocampo y débil el ataque. El 3-5-2 delegido por Julio Césaar Baldivieso no funcionó como seguramente pensaba y tuvo que modificarlo al iniciarse el segundo tiempo.
Eguino tuvo una jornada fatal, Zenteno y Cabrera tampoco hicieron pie en la zaga central. Los Bejarano, Diego y Marvin, no cumplieron bien el rol de laterales volantes; no marcaron ni se proyectaron. En cambio, Lampe respondió en el arco.
En el medio, a Fernando Saucedo y Azogue les costó afirmarse en la recuperación de pelota, en tanto que Smedberg resultó importante en su rol de ejecutor de falta con pelota detenidas. El sueco arrimó a Bolivia al arco contrario a punta de tiros libres.
Arriba, Arce se las rebuscó solo y anotó un golazo, el del empate transitorio. A Duk le dieron pocas pelotas, sólo una buena, inmejorable, y falló con el arco por delante porque se dejó robar la pelota al tratar de acomodarse para rematar.
Baldivieso optó por Melean y Jhasmani Campos para modificar el esquema, pasar del 5-3-2 al 4-4-2, contar con más mediocampistas de oficio, sin embargo la mejoría fue a medias y no alcanzó para superar a Panamá.
Era el partido para recuperar confianza y potenciar la fe, aquella que nos ayuda a perseguir la felicidad, cuando las cosas no andan muy bien. Pero Bolivia desaprovechó la ocasión y ahora tiene que cargar con el peso de la desilusión.
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