El fútbol nacional perdió ayer a alguien que
fue uno de sus protagonistas durante cuatro décadas, el árbitro Jorge
Antequera. Ni futbolista ni dirigente, se ganó un lugar en la historia
cumpliendo la función más ingrata que
tiene este hermoso juego.
Don Jorge Antequera fue todo un personaje, por
su personalidad extrovertida, por su particular manera de dirigir, enérgica, un
tanto histriónica, por su trotecito corto y sus gestos ampulosos que le
ayudaban a graficar sus determinaciones, y que a la vez generaban reacciones en
la tribuna, casi siempre burlescas, a tono con la picardía que abunda en los
hinchas, quienes siempre tienen en la mira, justamente, al árbitro.
Era paceño pero surgió en el arbitraje cruceño
en 1968, cuando estaba de moda traer árbitros extranjeros en el afán de
garantizar la neutralidad en los partidos, por esa inveterada sospecha que
existe sobre la capacidad y honestidad de los “hombres de negro”.
Por ese motivo arribaron el paraguayo Cayetano
de Nicola, y los argentino Héctor Eliseo Puga y Carlos Washington Andrada,
contratados por la Asociación Cruceña de Fútbol a fines de los 60; a quienes se
sumaron el colombiano Guillermo Velásquez, los paraguayos Salvador Valenzuela,
Isidro Ramírez, Luis Fariñas y Héctor Ortiz, y los peruanos Pedro Reyes, Enrique Montes y
Hugo García, a iniciativa de la Federación Boliviana de Fútbol para los torneos
nacionales de principios de los 70.
Antequera se ganó un lugar rápido, dentro de ese grupo que irrumpía en el arbitraje junto a Luis Barrancos y Luis Gutiérrez, y otros que terminaban su carrera como Jorge Chuquimia y Mario Ichazo. Antequera y Barrancos se convirtieron en la referencia del arbitraje cruceño y nacional.
Tuvo a su cargo muchas finales, clásicos y partidos importantes, como aquel entre Oriente Petrolero y el Santos de Pelé en 1971, o el que disputaron Blooming y Lokomotiv de Checoslovaquia en 1970, también la Conmebol le encomendó partidos de Copa Libertadores y otros eventos internacionales. Solo le faltó estar en una Copa del Mundo.
Una anécdota describe su personalidad en la cancha. Fue en la despedida de Roly Aguilera Pareja, que dejaba el fútbol vistiendo la camiseta 9 de su querido Blooming, siendo ministro de estado del gobierno del general Ovando Candia, en un clásico ante Oriente Petrolero. Antequera lo expulsó ante la sorpresa de todo los que estaban en el estadio Departamental. Aguilera le pidió, como capitán, que no eche a su compañero Capú, y terminó yéndose de la cancha llorando desconsolado.
Ese fue Jorge Antequera, que, con su impronta, marcó el arbitraje boliviano.
Antequera se ganó un lugar rápido, dentro de ese grupo que irrumpía en el arbitraje junto a Luis Barrancos y Luis Gutiérrez, y otros que terminaban su carrera como Jorge Chuquimia y Mario Ichazo. Antequera y Barrancos se convirtieron en la referencia del arbitraje cruceño y nacional.
Tuvo a su cargo muchas finales, clásicos y partidos importantes, como aquel entre Oriente Petrolero y el Santos de Pelé en 1971, o el que disputaron Blooming y Lokomotiv de Checoslovaquia en 1970, también la Conmebol le encomendó partidos de Copa Libertadores y otros eventos internacionales. Solo le faltó estar en una Copa del Mundo.
Una anécdota describe su personalidad en la cancha. Fue en la despedida de Roly Aguilera Pareja, que dejaba el fútbol vistiendo la camiseta 9 de su querido Blooming, siendo ministro de estado del gobierno del general Ovando Candia, en un clásico ante Oriente Petrolero. Antequera lo expulsó ante la sorpresa de todo los que estaban en el estadio Departamental. Aguilera le pidió, como capitán, que no eche a su compañero Capú, y terminó yéndose de la cancha llorando desconsolado.
Ese fue Jorge Antequera, que, con su impronta, marcó el arbitraje boliviano.