A Blooming se le complican los partidos porque le falta fútbol, pero tiene la suerte que volvió a contar con un Boyero al que le sobra fe dentro y fuera de la cancha, y le ayuda a resolver problemas.
Ayer, el hombre creyente le tendió una mano, como tantas otras veces, cuando terminaba el partido y la gente empezaba a frustrarse con el empate. Ahí estuvo el cordobés, en el corazón del área, para conectar el cabezazo y transformar la desazón en alegría.
Hernán Boyero no defraudó a los hinchas que pedían su ingreso al campo de juego en el inicio del segundo tiempo, esperanzados en que cambiara la historia y de esa manera evitar quedar relegados en la tabla por regalar puntos en condición de local.
Con él en la cancha, Blooming empezó a ser otro equipo, mucho más peligroso y ambicioso que aquel del primer tiempo y el de los primeros veinte minutos del complemento, que se había dejado empatar con Universitario, de penal (evitable, como el del otro día en Oruro. ¿No sería mejor aprender a marcar sin agarrar?).
El flaco apareció cuando más lo necesitaban, aplicó el frentazo y salió corriendo, con los brazos en alto y apuntando al cielo, agradeciendo a Dios por el gol salvador.
Así ganó Blooming su primer partido del Clausura, con un déficit en cuanto al buen juego. Esta vez lo salvó su ambición y la fe de Boyero.
* Foto El Deber.
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