Hace poco tiempo, Blooming era un buen ejemplo, el camino a seguir para convertirse en un club sólido y competitivo, en tanto que Oriente Petrolero representaba todo lo contrario, un mal ejemplo, la ruta equivocada para llegar a ser una institución respetable y exitosa.
En Blooming reinaba la paz y la coherencia. Era un club conducido sin estridencias, con un perfil bajo, en el que los dirigentes, allegados y simpatizantes parecían sintonizar la misma onda, compartían criterios. Había armonía y tolerancia incluso en las tribunas cuando los resultados no eran los mejores.
Ese estilo moderado se reflejaba en el equipo profesional, que se mostraba estable dentro y fuera de la cancha, que tenía un perfil definido, que priorizaba un estilo, que generaba satisfacción y tranquilidad por su buen juego, y cuyos resultados eran más positivos que negativos.
En Oriente vivían como perros y gatos, con serios problemas internos, por un lado un reducido grupo que dirigía el club y por otro un sector opositor, con denuncias de malos manejos económicos, protestas por irregularidades en elecciones y desaparición de documentación importante, y conducción arbitraria. Era el reino de la insatisfacción.
Esa especie de caos institucional se reflejaba en la cancha, con un equipo que cambiaba entrenadores seguido, con planteles que no tenían continuidad ni lograban adquirir un estilo de juego, y fracasaban en su intento por campeonar. La ansiedad e irritabilidad de los hinchas en la tribuna era otro síntoma del estado en el que se encontraba la entidad albiverde.
Todo tenía que ver con la conducción de las directivas. Sin embargo, las cosas cambiaron en un par de temporadas. Uno perdió imagen y el otro ganó prestigio. Los dos optaron por transitar caminos diferentes, uno para bien y el otro para mal.
Blooming optó por romper la coherencia y la armonía. Apostó por cambiar en el momento menos indicado, a fines de 2008, decidió experimentar, y no le fue del todo bien. Echó varios entrenadores, con lo que ello representa, o sea, confundir a los jugadores con distintos discursos, extravió el estilo, y perdió la tranquilidad que había conseguido en los últimos tiempos. La fortuna le dio la mano y ganó un título, sin embargo, a un costo muy alto, porque perdió el rumbo futbolístico.
Hoy está en crisis institucional, con problemas internos, denuncias de irregularidades, imposibilidad de cumplir económicamente sus compromisos de esta temporada por no haber clasificado a ningún torneo internacional, un platel reducido, dificultades para conseguir el dinero que le permita afrontar la próxima temporada, renovar contratos e incorporar jugadores de jerarquía.
Oriente, vaya ironía, es la otra cara de la moneda utilizando el método que había aplicado Blooming. Su nuevo directorio (en realidad asumió hace dos temporadas) aprendió de sus fracasos, potenció el buen plantel que tenía, contrató un excelente cuerpo técnico, lo respaldó, y... salió campeón.
No cambia su línea. Mantiene la base del plantel, lo reforzará nuevamente, le fue imposible retener a su entrenador, pero realizó un esfuerzo y contrató otro con rodaje en un fútbol competitivo como el argentino.
Así están Blooming y Oriente, uno transitando el camino del otro. Los resultados están a la vista.
1 comentario:
INCREIBLEMENTE CUANDO ORIENTE ESTABA CON UNA CRISIS INTERMINABLE ESTABA METIDO CARLOS CHAVEZ TODO LO CONTRARIO EN BLOOMING AHORA..ES BLOOMING KIEN TIENE ESA CRISIS Y POR INCREIBLE Q PARESCA TAMBIEN ESTA METIDO CARLOS CHAVEZ...
CUANTO DAÑO MAS PUEDE HACER ESTE NEFASTO DIRIGENTE Q SOLO VELA SUS PROPIOS INTERESES...........
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