Goles son amores y no buenas razones. Frase del baúl de los recuerdos del fútbol que no pierde su valor y se ajusta muy bien a lo que ocurrió ayer entre Oriente y Blooming.
No importa que Oriente no haya contado las mejores opciones ante el arco rival, que haya generado menos situaciones de peligro que su adversario, que por momentos haya sido superado por Blooming en el juego. Nada de eso interesa porque, al fin y al cabo, hizo lo que precisa para ganar: goles.
Todo se alineó para la victoria de Oriente, como los astros en el universo: efectividad, ambición, picardía (para aprovechar situaciones), y fortuna, esa diosa que anda dando vueltas y que a veces favorece a unos y es esquiva a otros.
También tuvo mucho que ver la buena actuación del golero Britos. El uruguayo, defenestrado hasta hace poco, conservó el cero en su arco, dio confianza, sensación de imbatibilidad, cada vez que el rival estuvo a tiro de gol, y permitió conservar una buena diferencia en la primera etapa.
Fue tarde de revancha para él, que cambió el pasaje de retorno a su Montevideo natal, por el reconocimiento de los orientistas.
Muy diferente el caso de su colega Galarza, que se equivocó un par de veces y le abrió las puertas a la victoria de Oriente en momentos que el partido estaba más para los celestes que para los albiverdes.
A esto hay que sumarle la mala suerte del golero celeste, a quien lo persigue el estigma de que siempre se equivoca en partidos claves. los tres goles que le hicieron, dos fueron autogoles y el otro se lo “comió”.
En el primer tanto, no pudo contener el remate de Meleán, dio rebote y la pelota encontró a Verdugués que volvía a tratar de enmendar un error inicial (dejó que le sobre la pelota en el centro largo y pasado de Mojica).
En el segundo, no cubrió el primer palo, que es el del arquero, y dio lugar a la picardía de Mojica, que pateó fuerte y no le dio tiempo de llegar. Acá hubo error, pero también un gran acierto de parte del ejecutor.
Oriente se encontró dos goles arriba y todo se le hizo más cómodo porque la obligación la tenía Blooming. Además, a la academia se le había cerrado el arco.
En el segundo tiempo, Oriente no necesitaba cambiar nada, estaba ganando por dos goles. Blooming, sí. Ingresó Darwin Peña por el intrascendente Loayza y mejoró ostensiblemente, pero no le alcanzó.
Todo fue de Blooming en el complemento hasta el tercer gol albiverde, que llegó en otro acto desafortunado. El zapatazo de Mojica que devolvió el poste rebotó en la cabeza de Díaz y se fue al fondo del arco.
Estaba escrito, el clásico era de Oriente. Blooming no pudo descontar ni de penal.
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