Bolivia está obligada a salir a ganar, y, si no lo logra, por lo menos tiene que morir en el intento, porque perder o empatar será lapidario, y aplastará la ilusión que generó el destacado e histórico empate con Brasil logrado hace poco tiempo.
En el anterior post hago referencia a la mística de la Selección boliviana del año 69, un valor agregado fundamental para cualquier grupo que emprenda una misión complicada como la que le corresponde a esta nueva versión de equipo boliviano, que es sumar los tres puntos ante Perú y Uruguay.
Por eso, a Bolivia no le debe faltar el temple, la intención, el deseo, la convicción y la tozudez necesarios para tratar de alcanzar el objetivo que le permita continuar con vida en las eliminatorias, que no es otro que la victoria.
La Selección del 69 no estaba a la altura de sus similares de Perú y Argentina en aquel momento, sin embargo se hizo fuerte anímicamente, buscó afanosamente la victoria hasta conseguirla y estuvo muy cerca de llegar al Mundial de México 70.
Esta Bolivia, que mostró una mejoría frente a Brasil, está al nivel o cerca de lo que representan Perú y Uruguay, y lo tiene que aprovechar. Está en condiciones de salir a buscar el triunfo, pero lo tendrá que hacer convencida de ello.
Aquel equipo del 69 murió en el intento y la gente se lo reconoció, por eso fue a recibirlo multitudinariamente. Este equipo también está obligado a dejar el alma en la cancha. Así, los triunfos se disfrutan más y las derrotas duelen menos.
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