Oriente salió a dar una vuelta por el valle cochabambino y se fue de copas. Con este frío vienen bien, porque calientan el cuerpo y alegran el alma. Además, hacía tiempo que no hacía eso de dar vueltas y regalarse una sonrisa; algo así como una década.
Fue en el Félix Capriles, un escenario conocido en el cual supo de festejos en los viejos tiempos, donde volvió a ser feliz, donde se reencontró con la alegría, donde hizo chocar las copas para brindar por un presente de éxito y tiempos mejores.
La Copa de Invierno fue el motivo de este retorno a los tiempos de sibarita. La pena máxima se convirtió en alegría máxima, quizá porque se encomendó a algún santo, aunque seguramente no fue a San José, porque justamente le amargó la noche a su representante terrenal.
Hacía tanto tiempo que la felicidad no podía ser completa, porque por uno u otro motivo le faltaba el centavo para completar el peso, que muchos hinchas albiverdes festejaron esta copa dándole un valor que algunos no le otorgan.
¿Que no hubo premio para el ganador? Qué importa el premio, si lo que interesa en la vida es ser feliz, y en el fútbol, la felicidad la dan los triunfos, y Oriente los consiguió.
Foto El Deber.
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