El rasgarse las vestiduras cada vez que se habla de la posibilidad de aumentar el cupo de extranjeros, es ya un deporte nacional practicado de manera casi fanática por la mayoría de los periodistas deportivos.
Antes de parecer buenos tipos y muy bolivianos, de querer hacer ver que tenemos la camiseta verde pintada en la piel, habría que analizar hasta qué punto resulta perjudicial y en qué puede beneficiar la medida, en un fútbol que necesita de medicinas para paliar una enfermedad crónica que parece incurable: la falta de competitividad.
Desde que tengo uso de razón, para algunos desde hace poco, je, por lo general los buenos jugadores nacionales desbancaron a los extranjeros o naturalizados. Soy un convencido que cuando un futbolista boliviano tiene condiciones, se impone. Y el entrenador que se niegue a ello, a darle un lugar en el equipo, queda en evidencia y genera una opinión negativa hacia él, que muchas veces fue incluso la causa inicial de su despido.
Recuerdo que Jorge Campos, un excelente zaguero que jugaba en cualquier lugar de la defensa, se ganó un sitio en el gran Oriente Petrolero de inicios de los 70, con apenas ¡15 años!, Ovidio Messa destacó en el Chaco Petrolero copero de aquellos años siendo también un adolescente, Limberg Cabrera Rivero se fue de Blooming a Wilstermann y fue estrella, Carlos Aragonés vino de Salta rondando los veinte años y rápido fue titular y capitán en Bolívar, Pacho Góngora, un volante de una zurda exquisita también se hizo un sitió en la academia paceña desbancando a jugadores notables.
Un poco más acá en el tiempo, Etcheverry, Platiní Sánchez y Tapera Ramos se ganaron un lugar muy rápido en un Destroyers que contaba con muchos jugadores de experiencia y varios extranjeros; Carlos Arias fue campeón con Blooming a los 18 años y después dejó en el banco a un arquerazo como Javier Klimowicz; Tucho Antelo mandó a la suplencia al argentino Vidal González para poner en su lugar a un juvenil José Alfredo Castillo. Hoy, en Blooming, José Luis Chávez le ganó el puesto al paraguayo Villalba.
Ejemplos, a montones. Todo depende de la calidad de los futbolistas. No importa si es joven o es veterano, si es nativo, naturalizado o extranjero, lo que interesa es que aporte al equipo.
Creo que todo depende de momentos. Hay veces que surgen jugadores en mayor cantidad y otras no tanto, por lo que es necesario recurrir al elemento foráneo. Además cada club tiene que velar por su suerte y saben muy bien que si se dedican a formar jugadores, a la larga terminarán teniendo casi siempre una base propia. Pero son políticas de cada uno.
Asimismo, Bolivia tiene regiones en las cuales casi no surgen futbolistas. Por ejemplo, La Paz, Potosí, Oruro e incluso Sucre, no cuentan con canteras. La única región que promociona jugadores en buen número es Santa Cruz, Cochabamba se recuperó un poco pero no como en otras épocas, Pando y Beni aportan a cuentagotas y el Chaco (Yacuiba, Camiri) tiene su semillero casi aniquilado.
Esto dificulta la conformación de los planteles. Por eso hay tomar en cuenta distintos aspectos a la hora de hablar de los cupos para extranjeros y juveniles, ya que una cosa es lo ideal y otra lo real.
Es necesaria una estructura sólida de fomento al trabajo formativo en los clubes, con incentivos que ayuden a potenciar sus divisiones menores a quienes las tienen y a crearlas a quienes no cuentan con ellas. Después de esto se podría exigir que se juegue con o sin extranjeros, antes no.
No se puede perder de vista que Bolivia por su geografía, por el biotipo, por población, por su pobreza e incluso idiosincrasia, siempre ha tenido un fútbol limitado en cantidad y calidad.
* Foto Los Tiempos: Limberg Cabrera Rivero y Ovidio Messa cuando jugaban en Wilstermann y Chaco Petrolero.
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