El equipo azucarero vuelve a meterse en la pelea por el título de un torneo liguero, tras varios años en crisis económica y futbolística, que incluye un par de ascensos y descensos.
Ojo, no es ningún ángel, al contrario, siempre fue un demonio futbolístico para los más fuertes y poderosos, cuando tenía que definir algo o cuando se lo subestimaba como equipo de menor envergadura, dio el batacazo.
Hoy la realidad lo enfrenta, nuevamente, ante un lindo desafío. Tiene que medirse con Oriente Petrolero para definir quién de los dos continúa en carrera y cuál disputa una de las semifinales, antesala de la final del Apertura.
Guabirá -sus jugadores, su cuerpo técnico encabezado por Claudio Marrupe- llegó hasta esta instancia contra viento y marea, superando dificultades económicas que los obligaron incluso a amenazar con no presentarse a jugar algunos encuentros en protesta porque no les pagaban, y pese a la incomprensión de sus hinchas, que no les perdonan una, los presionan siempre, los critican hasta cuando ganan y que le retacean el apoyo incondicional.
Pese a todo, ahí está Guabirá, endulzado por los triunfos, hecho un demonio por la euforia que generó la clasificación y como una furia para afrontar lo que viene.
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