Blooming sigue al pie de la letra una de las máximas del fútbol que señalan que los partidos decisivos y las finales hay que ganarlas, así no se juegue bien.
Ayer le ganó el primer mano a mano a Bolívar y está un poco más cerca de la conquista del título del torneo Clausura, aunque para ello tendrá que vencer o empatar el miércoles cuando devuelva la visita.
Le alcanzó, como tantas otras veces y en especial en esta etapa decisiva del hexagonal, con esa destacable cuota de entrega y amor propio que tiene desde el momento en que Copo Andrada se hizo cargo del plantel.
A Blooming le cuesta ser vistoso y se complica solo por momentos porque tiene un problema enorme cada vez que la pelota está en su poder. No puede hilvanar tres pases seguidos, divide la pelota por la falta de precisión en las entregas, y se desgasta en ese afán de estar siempre detrás de una pelota que de a ratos le es más incontrolable que un conejo.
Pero Blooming sigue adelante pese a ese importante problema que le impide tener el manejo del partido en largos lapsos. Suple ese defecto convencido de que puede ganar con sus armas, con esas virtudes más cercanas a lo anímico que a lo táctico, que son determinantes a la hora de luchar en el campo, como la determinación, la confianza y el amor propio.
Bolívar, en los papeles, es un poco más futbolísticamente por su juego prolijo, atildado y ordenado, sin embargo no pudo imponer en la cancha esa superioridad ante un equipo que no se siente menos.
El brasileño Vieira concretó un penal que al ver en televisión no puede discutir, y después el cuadro de Andrada lo trabajó el partido. La fortuna le dio una mano en los pocos minutos, al comienzo de la segunda etapa, en que Bolívar inquieto y estuvo cerca de la igualdad estrellando un par de pelotas en los parantes.
Blooming no lo ganó de suerte, que quede claro. Pasó un par de sofocones que es distinto. Se impuso por su deseo de vencer. Le falta fútbol, es cierto, pero le sobra entrega. Con esa receta está cerca de su objetivo final.
* Foto El Deber.
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