Era premio o castigo. Alegría o tristeza. Cal o arena. No había lugar al término medio. Uno se quedaría con toda la felicidad y el otro con toda la amargura. Y acabó siendo Blooming el favorecido en este juego que le deparó a Oriente la peor de las suertes.
La academia no tenía margen de error tras la caída del pasado domingo si quería seguir alimentando sueños de campeonato. Se equivocó un par de veces, sin embargo, tuvo ese algo de fortuna que se requiere para todo en la vida, y en el fútbol, claro, además de esfuerzo y voluntad, para alcanzar lo que uno se propone.
Blooming lo jugó el partido con sus armas, peleando en todos los sectores, consciente de que en este momento está más para la lucha que para el lucimiento, y que un gol era suficiente para avanzar y dejar fuera de competencia a su archirival.
Sufrió e hizo sufrir. Estuvo cerca del nocaut, pero al final fue quien dio el golpe de gracia a un Oriente que salió en ganador, con la ventaja de su triunfo dominical, y terminó desesperado, angustiado, desorientado y...amargado.
Así avanzó Blooming. Aprentando los dientes. No le sobró fútbol, pero su entrega fue desbordante. Con eso y el gol de Akerman le alcanzó para disfrutar del dulce sabor que tienen el triunfo y la venganza.
*Foto Los Tiempos.
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