Bolivia como antes, como siempre. Ayer no pudo acabar con la repetida historia de promesas y traiciones que la persigue en la Copa América.
De la gran alegría generada con su empate ante Argentina pasó a la decepción generalizada tras su caída frente a Costa Rica, y quedó al borde de la eliminación en primera fase, como tantas otras veces.
Bolivia no jugó mal, por momentos lo hizo bastante bien, incluso fue superior a su rival en buena parte del encuentro, pero acabó siendo víctima de sus inveterables males, que no son otros que la falta de contundencia y su inconsistencia en la tarea de contención.
Dejó pasar un par de chances claras y después no pudo contener el veloz contragolpe costarricense. De estar cerca del gol pasó a estar en desventaja y no lo pudo asimilar porque, acto seguido, se quedó con uno menos por la expulsión de Rivero.
Ni la destacadísima actuación de Carlos Arias, que hasta atajó un penal, pudo impedir lo que parecía ser una injusticia y que terminó justificándose por el descontrol en el que cayó el seleccionado, prueba de ello que terminó con nueve jugadores por una dura falta de Flores.
El partido se dio como era previsible. Con Bolivia con chances para ganar por lo que había mostrado ante Argentina, pero a la vez con posibilidades de perder, porque Costa Rica contaba con jugadores muy rápidos de tres cuartos de cancha, donde la selección se resquebraja con facilidad.
No era un encuentro fácil, como muchos creían, sí "accesible", pero para ambos, ojo. Bolivia no logró sacar ventaja cuando pudo y debió hacerlo, en cambio Costa Rica, que tuvo menos momentos favorables, sí lo hizo.
La derrota marchitó la ilusión, pero Bolivia todavía tiene todo en su manos: está obligada a ganarle a Colombia para seguir en carrera y acabar con los tragos amargos que le viene deparando la Copa.
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