Criticar al entrenador de Bolívar, Miguel Ángel Portugal, porque dice ciertas verdades, es una estupidez, es alentar una mala costumbre instalada en el fútbol, aquella que sólo se pueden expresar elogios y no críticas.
Lo que siempre debe primar es el respeto, que es muy diferente a respetar códigos. Decir las cosas como son, con altura, sin mellar la dignidad, es saludable, positivo.
Creer en esos códigos que supuestamente existen, según algunos, es alimentar la perniciosa malacostumbre de la falta de autocrítica y entrar en el juego de ciertos futbolistas de que todo está permitido si tiene que ver con la lisonja.
Causa gracia un ex futbolista, que por momentos dirige, al estar en desacuerdo con Portugal, cuando él es conocido por sus rabietas y exabruptos, por no decir insultos, a los que nos tenía (mal) acostumbrados, antes contra sus compañeros y después contra sus dirigidos. O sea, putear está bien, criticar está mal.
Faltaba más. Un entrenador no puede decir que sus jugadores fueron un desastre y que no están a la altura de un equipo grande por cómo jugaron esa tarde.
Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Lo dice Joan Manuel Serrat, paisano de Portugal, no lo digo yo.
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