La tarde-noche se presentaba tranquila, sin mayores sobresaltos. Todo hacía presumir que tarde o temprano Oriente encaminaría la victoria porque Wilstermann estaba más empeñado en evitar que le hagan goles que en convertirlos.
De pronto todo cambió en el inicio del segundo tiempo por un error garrafal de Hugo Suárez. El golero quiso gambetear al uruguayo Raimondi muy cerca de la línea de gol, y el atacante mandó la pelota al fondo del arco con un puntazo.
Como en el fútbol todo es contagioso, tanto el nerviosismo y la ansiedad, que derivan en las imprecisiones y el desorden, como la tranquilidad y la confianza, que ayudan al buen juego, a una armonía futbolística, hubo un cambio en los dos equipos.
Oriente no quedó al borde de un ataque de nervios, sino que entró en crisis. Fue presa de la desesperación, se encegueció en la búsqueda de la igualdad, perdió el orden y la línea futbolística. Con una hincha deseperada y enfurecida con Suárez, convertido nuevamente, como ante Blooming, en el villano de la historia por su exceso de confianza.
Wilstermann se adueñó de la pelota apuntalado por la buena labor del argentino Sanjurjo, Andrada, Veizaga y Sánchez; manejó muchos pasajes del segundo tiempo, pero aprovechó a medias el caos de su rival, ya que no supo liquidar el pleito pese a haber tenido las ocasiones para hacerlo.
Al final, Salinas igualó con un golazo de media chilena en plena desesperación albiverde. Por lo menos rescató un punto, ya que pudo haberle ido peor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario