¡Oriente campeón! Hizo los deberes mejor que todos en la temporada, luchó hasta el final y acabó dando la vuelta olímpica de visitante, en el estadio Hernando Siles de La Paz, como para que no queden dudas de que estaba preparado para superar cualquier dificultad y obtener la ansiada quinta estrella.
El final feliz tuvo su inicio a principios de año, cuando los dirigentes decidieron no escatimar nada en procura de un grupo ganador. Contrató a un entrenador exitoso como Gustavo Quinteros, incorporó jugadores destacados en otros equipos, como Schiapparelli, y retuvo a Joselito Vaca.
La dirigencia potenció el plantel del año anterior y Quinteros se encargó de moldearlo a su gusto. Recuperó jugadores (Gutiérrez, J. Campos), rodeó bien a sus figuras (el talento de Joselito, Jasmani y Saucedo con el sacrificio de Argüello, Nico Suárez, Rea, etc) e infundió un espíritu ganador, traducido en la confianza para jugar pensando en el triunfo de local y visitante, sin la ansiedad ni el apuro de otras épocas.
En el Apertura estuvo a minutos de ser campeón, por momentos lo fue, se le escapó por muy poco el título, pero no bajó la guardia ni mermó el entusiasmo. Salió a ganar el torneo de Invierno que, paradójicamente, no le daría ningún premio, y lo ganó. Le apuntó al Clausura y acabó adjudicándoselo.
La mística ganadora no tiene precio en el fútbol ni en la vida, Oriente la tuvo y no la perdió nunca, por eso siguió luchando y aprovechó el tropezón y posterior caída de sus rivales en la lucha por el título. Mientras los demás fueron cayendo de a uno, se mantuvo en pie, consciente de que felicidad se escribe con fe.
Por eso fue a Potosí y ganó. Fue a La Paz, con medio título en el bolsillo, y sacó el punto que le evitaría cualquier disgusto, y que le permitiría completar la vuelta olímpica que la había empezado a dar en la Villa Imperial.
El dale campeón, dale campeón... se escuchó hasta la madrugada. Oriente desterró la tristeza entre sus hinchas, por eso, esta vez, la alegría parece no tener fin.
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