Bolivia juega en La Paz pero no tiene altura. Es decir, una buena estatura futbolística como equipo. La caracteriza un rendimiento chato, sin fortalezas en ninguna línea.
La presencia de Ronald Raldes en defensa y la de Marcelo Martins en ataque sostienen la endeble estructura de un equipo que tiene menos solidez que un castillo de naipes.
Raldes y Martins, mermados en su potencial por la falta de tiempo de adaptación a la altura, hacen lo que pueden, rodeados de compañeros que no están a su altura, por actitud, trayectoria y jerarquía.
Es tan pobre lo de Bolivia, que lo poco que aporta Alejandro Chumacero sobresale del resto. El optimismo y el entusiasmo de “Chuma” es suficiente para tener un lugar en este equipo.
Decepcionante la actuación de valores en la previa están llenos de virtudes y terminan siendo mucho menos de lo que se dice que son, tal el caso de Juan Carlos Arce, Alcides Peña, Rudy Cardozo y Jhasmani Campos.
Lo triste es que los cuatro, Arce, Peña , Campos y Cardozo, integrantes de una nueva generación llamada a llevar adelante un nuevo proceso futbolístico, terminan, una y otra vez, perdidos en la intrascendencia de un juego individual inmaduro e inefectivo.
El resto, Suárez, Méndez, Valverde, Flores y compañía, simplemente acompaña y se deja arrastrar por el resto, sin la suficiente capacidad de imponer condiciones futbolísticas.
Esa es la triste realidad de un fútbol que uno quisiera que sea mejor pero que cada vez está peor.
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