Blooming estaba perdido, sin rumbo futbolístico, extenuado de tanto andar. Deambulaba casi desesperado, como un extraviado en el desierto, sediento de éxitos y agobiado por los tropezones, a punto de desfallecer definitivamente por no encontrar la salida en esa especie de infierno.
Hasta que encontró un oásis y volvió a la vida. Fue ayer, ante Guabirá, justo al límite de sus fuerzas. Cuando parecía que todo estaba perdido y agonizaba, recuperó energías, vitalidad y tranquilidad. Todo gracias a que encontró el gol, que en el fútbol es tan importante como encontrar agua en el desierto.
La vuelta a la vida ocurrió cuando parecía estar muerto, liquidado por el golazo de Casaña, que definió de zurda tras dejar desarmado en el piso a Brandao. Minutos después, luego que los jugadores celestes se pidieran explicaciones entre ellos en media cancha por tanta falta de criterio e inteligencia, empezó a cambiar la historia.
Surgió Akerman, su súper héroe de momentos difíciles, como en el camino al título el año pasado, con goles salvadores. Se convirtió en un Laurence de Arabia de este Blooming perdido en su desierto futbolero. El argentino sacó dos latigazos de la nada y los convirtió en un par de hermoso goles.
La Furia Roja había empezado decidida a faltarle el respeto al maltrecho Blooming, sin embargo se aplacó totalmente con los impactos en contra. El partido pasó a manos de la Academia poco antes del descanso y lo aseguró al arrancar la segunda etapa con reivindicación goleadora de José Alfredo Castillo.
A punta de goles Blooming terminó haciendo realidad su reencuentro con el triunfo. Dependerá de sí mismo demostrar que lo de ayer no fue sólo un espejismo y que marcó el inicio de su recuperación.
* Foto Los Tiempos
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