Bolívar disfruta. Ganó un clásico, con todo lo que ello representa en importancia y satisfacción, un partido clave que consolida su liderazgo y consolida su aspiración de ganar un nuevo trofeo para sus pobladas vitrinas.
Falta mucho es cierto, pero el triunfo ante The Strongest le permite sacarse de encima a su escolta inmediato, ampliar un poco la ventaja con los que lo acechan y recuperar confianza tras un par de fechas con sobresaltos y sorpresas negativas.
Bolívar ganó el clásico paceño con la cuota de dramatismo que engrandecen los triunfos, pasando de la alegría a la zozobra, de un triunfo cómodo a un empate con riesgo de derrota, para terminar en la euforia que provocan los triunfos con ribetes históricos.
La garra del Tigre esta vez no fue suficiente para cambiar la historia de un partido que se encaminó para la academia en un principio por una cuestión de efectividad, elemento valioso y no muy abundante en el fútbol.
Tambalearon los celestes pero tuvieron un momento de inspiración en el momento clave, decisivo, con el resurgir del uruguayo Ferreira, que volvió a ser el verdugo de tiempos no lejanos y definió el partido.
Momento determinante desde lo sicológico porque no la academia no dejó revivir del todo al Tigre, que cuando parecía sacar toda su fiereza, recibió el tiro de gracia.
Bolívar pisó fuerte en el encuentro clave y ahora tiene un futuro que le sonríe. Depende de sí mismo. Si logra ser más regular que antes, no tendrá problemas en sumar un nuevo éxito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario