Muchos insultos y ninguna propuesta concreta. Así se disputan el manejo del fútbol boliviano el oficialismo y la oposición, representadas por Carlos Chávez y Guido Loayza.
Acusaciones por acá, insultos por allá, propuestas por ningún lado, y el fútbol hecho pelota por quienes dicen querer sacarlo adelante y que, en realidad, lo único que hacen es disputarse el poder como niños que se pelean por un dulce.
Toda la vida la misma historia. Primero, años 50 y 60, la pelea fue entre paceños contra cochabambinos, cuando en el fútbol boliviano todavía no daba señales de vida el fútbol oriental, y vallunos y altiplánicos se disputaban el mando.
En esos tiempos, Bolivia ya caminaba como el cangrejo, hacia atrás. Si embargo lograría su único título internacional de selecciones. La conquista del Campeonato Sudamericano de 1963 fue un oasis en el desierto.
Después, en los años 70, con el emergente fútbol cruceño abriéndose campo gracias al talento de su inagotable cantera, fue “collas” contra “cambas” y viceversa, a partir de la llegada de Edgar Peña (y luego Rómer Osuna) a la presidencia de la Federación Boliviana de Fútbol.
Una década que arrancó con la ignorada conquista de la Recopa sudamericana por Mariscal Santa Cruz, único logro internacional de un equipo nacional. Otra golondrina pasajera en un fútbol al que le costaba modernizarse y andaba de crisis en crisis.
La “casi” clasificación al Mundial de Argentina 78 fue otra brisa de aire fresco que duró muy poco. Una serie de despropósitos organizativos desaprovecharon una gran generación de futbolistas que acabó transformando el sueño en pesadilla en la triste Liguilla de Cali.
Los cinco goles que recibidos de Perú y los ocho de Brasil hicieron trizas la autoestima futbolística nacional, trauma que duró cerca de quince años.
El golpe fue tan duro y destructivo que produjo un “crack” y acabó creando un monstruo de tres cabezas. Nació la Liga del Fútbol Profesional para formar parte de una debilitada estructura conformada por la Asociación Nacional de Fútbol y la Federación Boliviana de Fútbol.
Fue un momento de promesas y traiciones que resquebrajó para siempre al fútbol nacional. Las asociaciones se debilitaron a tal punto que sus equipos apenas subsisten. El cambio estructural acabaría no siendo el mejor remedio para un fútbol enfermo.
A fines de los 80, el fútbol volvió a ser manejado por la dirigencia del occidente del país (Salazar Rivas, Saavedra Banzer, Guido Loayza y Sergio Asbún) hasta el 2000.
A la mitad de esa etapa, bajo el mandato de Loayza, Bolivia consiguió su mayor éxito de la historia. Clasificó al Mundial de Estados Unidos 1994 por mérito propio. Antes lo había hecho por invitación. Cuarenta y cuatro años que no asistía a una Copa del Mundo.
Era el momento del despegue para el fútbol nacional con una generación dorada (los Etcheverry, Melgar, Platiní Sánchez, etc, etc) . Al menos, eso parecía. Sin embargo, fue otro momento pasajero que acabó dando paso a un pasado conocido, lleno de frustraciones.
En 2000 volvió la dirigencia oriental, con dos cruceños, a comandar el fútbol, primero Walter Castedo y después Carlos Chávez, quien ostenta el mando hace ocho años.
La realidad indica que ni unos y ni otros ayudaron a este fútbol que pide cambios desde siempre. Hubo uno que otro logro, pero ninguna transformación que valga la pena.
La disputa mezquina continúa, como antes, como siempre, mientras tanto, el fútbol boliviano sigue hecho pelota.
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