Blooming encendió las luces de alarma ayer, en su derrota ante Wilstermann, por lo mal que jugó. Después de mucho tiempo el público celeste rechifló a sus jugadores por el pobre espectáculo que dieron en un estadio Tahuichi Aguilera que tuvo un buen marco de espectadores.
La Academia fue un equipo sin rumbo, sin orden, sin convicción ni sentido colectivo, en el que cada jugador hacía lo que quería y se consideraba con derecho a recurrir al pelotazo como argumento de juego.
La gente de Blooming estuvo acostumbrada en estos dos últimos años, durante la era Quinteros, a ver siempre un equipo ordenado, con una idea y roles bien definidos, con una mecánica colectiva que brindaba confianza porque garantizaba buenos espectáculos, que incluso cuando perdía dejaba una imagen positiva.
Blooming fue, anoche, un reflejo de los equipos celestes que hicieron protestar y sufrir a sus hinchas por la falta de respuestas a la hora de jugar y carencia de jerarquía y carácter para superar los momentos difíciles de un partido. Esto ocurrió ante un Wilstermann que le ganó bien con un onceno al que no le sobra nada, al que más bien le falta mucho en cuanto a categoría.
Lo que hizo Blooming ante Oriente en el primer partido de la temporada, es cada vez más un espejismo. Se desdibujó en la revancha del clásico y ayer fue un remedo de equipo, una caricatura, del hasta hace poco aspirante al título.
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