Portugal se llama Miguel Ángel pero está de lejos de crear una obra maestra con este su Bolívar que es apenas una caricatura de lo que debería ser un equipo de fútbol.
Es más, ha empeorado la obra del argentino Ángel Guillermo Hoyos, que sin ser tampoco ningún gran escultor o arquitecto de grandes equipos, le dio una mejor forma a la academia paceña, que con el español desilusiona partido tras partido.
Ayer, en el estadio Hernando Siles, le ganó a Oriente Petrolero sin merecerlo, en el último minuto de descuento y con un penal discutible, que convirtió en gol su salvador, el uruguayo Ferreira.
Bolívar fue un equipo lento, sin sorpresa, desarticulado, sin convicción para llegar al gol e inseguro a la hora de defender y pasivo al momento de marcar. Lejos del equipo decidido que logró una especie de hazaña ante el Sao Paulo en la Copa Libertadores de América.
¿Por qué Bolívar no puede jugar siempre como en el segundo tiempo ante Sao Paulo? Porque no forma parte de sus planes. Se sabe que la voluntad necesita que la pinchen para que se infle, y Bolívar fue un equipo muy distinto en la Copa porque las circunstancias lo obligaron a ser agresivo para evitar un papelón histórico.
Oriente tampoco es un dechado de virtudes y pese a jugar un poco mejor que el dueño de casa, tampoco mostró un buen juego colectivo, y por momentos abusó del pelotazo y exageró con remates desde lugares que no eran los más adecuados para intentar sorprender al golero Arguello.
También le faltó convicción, aunque en su caso para liquidar un partido que le favorecía por estar con un jugador en la cancha. No lo hizo y acabó perdiendo.
Bolívar y Oriente Petrolero desilusionaron, uno porque ganó sin jugar bien y el otro porque perdió por conformarse con poco.
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