Bolivia se despidió de la afición boliviana en el estadio Hernando Siles dejando la misma imagen de equipo anodino e inofensivo que mostró a lo largo de las eliminatorias del Mundial jugando en casa.
Ayer, ante Ecuador, fue fiel a si misma la selección nacional, lenta, parsimoniosa, previsible, inofensiva, por eso volvió a decepcionar y a quedarse con poco, en este caso con apenas un punto, tras igualar 1 a 1.
Bolivia tuvo grandes lapsos de juego inexpresivo y apenas algunos chispazos que se diluyeron rápido. La velocidad, la sorpresa, la determinación, la agresividad para recuperar la pelota, y la convicción para buscar el gol no forman parte de su repertorio.
En el primer tiempo, con solo el Conejo Arce en el ataque, Bolivia fue más inofensiva que de costumbre. La decisión de Azkargorta no fue la más acertada, ya que el atacante de Bolívar, habituado a jugar fuera del área, se perdió entre los zagueros ecuatorianos.
Además, sus compañeros tampoco lo ayudaron. Cardozo fue intrascendente, Chumacero se equivocó bastante con la pelota y azogue estuvo perdido en la cancha, en una función poco descifrable.
El ingreso de Martins le dio mayor presencia y agresividad al ataque, como era previsible, y la inclusión del yungueño Arrascaita le aportó mayor movilidad, dinámica y ambición. El juvenil hizo el único gol y estrelló otro tiro en el poste.
Bolivia hizo un poco más en el complemento que en el período inicial, sin embargo, a no confundirse, el debutante arquero Quiñones fue la figura del cuadro nacional.
Esa manera tan timorata de encarar los partidos en el estadio Hernando Siles de entrada, se expresa en los resultados, apenas dos triunfos, uno bajo el mando de Quinteros y otro con Azkargorta al frente.
El final fue el mismo de siempre. Bolivia no pudo ganar porque no sabe como hacerlo. Le pasó a lo largo de la eliminatoria.
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