Las eliminatorias del 93 ¡ Qué lindos recuerdos…! Cómo no tenerlos presente sin que nos invada la emoción y la nostalgia, si Bolivia concretaba un sueño, clasificaba al Mundial de Estados Unidos 1994.
Con El Diablo Etcheverry, Milton Melgar, Platiní Sánchez, El Loco Trucco, Borja, Gustavo Quinteros, Baldivieso, Chocolatín Castillo, Cristaldo, Ramallo, Sandy, Rimba, Moreno, Juan Manuel Peña, Álvaro Peña, Darío Rojas….Xabier Azkargorta, Antonio López, Carlos Aragonés, Ratón Rodríguez. Nombres y más nombres. Jugadores, cuerpo técnico y utileros.
Todos ellos pusieron fin a 44 años años de abstinencia mundialista. La última vez que Bolivia había participado en una Copa del Mundo había sido en Brasil 1950, el del famoso “Maracanazo” uruguayo, gracias a que los chilenos decidieron no asistir.
Del 50 en adelante, fue frustración tras frustración, hasta que en 1994 se hizo el milagro con una generación de lujo lo hizo posible. Calidad, talento, mística, entusiasmo y un poco de fortuna permitieron el hecho histórico.
De ahí en más volvieron las frustraciones. El éxito los mareó a todos y después nadie hizo nada, en especial quienes deberían tener la mente clara y serena para aprovechar el inmejorable momento e iniciar el despegue definitivo. La resaca dura mucho y sus resultados son funestos.
Bolivia retrocedió mientras otros, a los que se había superado, avanzaron. Por ejemplo, Ecuador y Venezuela, que se dieron cuenta de qué les impedía crecer y atacaron el o los problemas, con resultados que están a la vista.
Hoy, la cantaleta es que esta, la boliviana, es una realidad de vieja data, “hace treinta años”, dicen equivocadamente algunos, sin darse cuenta que están entregando galardones a quienes consiguieron, para muchos, el logro más importante de nuestro fútbol conseguido hace veinte años.
Se aumentan años a la crisis para lavarse las manos y minimizar responsabilidades. En realidad Bolivia hace quince años que viene "”en picada”, poco después de obtener el subcampeonato de América en 1997, con los resabios de la última generación dorada.
El éxito del 93, lamentablemente, no nos sirvió de mucho, simplemente para alegrarnos y sentirnos orgullosos por un rato, para generar grandes cantidades de dinero que terminaron siendo mal gastadas.
A los dirigentes de hoy les hace falta menos horas de café y escritorio y mucha más calle, para darse cuenta de las necesidades del fútbol doméstico; menos viajes y más compromiso, más humildad y menos arrogancia; recordar que ellos se deben al fútbol y que el fútbol les debe poco o nada.
Hoy, la alegría de recordar un lindo pasado de nuestro fútbol, termina en amargura porque nos estrellamos con una triste realidad que a nadie le interesa cambiar.
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