Algunos dirigentes del fútbol boliviano siempre nadan contra la corriente. Van en contra de lo que les manda la ley o el reglamento por un simple capricho, ya sea para contar con un as en la manga a la hora de negociar o demostrar su poder en la toma de decisiones.
Esto queda a la vista, por ejemplo, con la situación de los naturalizados, aquellos futbolistas nacidos en otros países que adoptaron la ciudadanía boliviana.
Los dirigentes de la Asociación Nacional de Fútbol marcan una diferencia entre los bolivianos de origen y los naturalizados, pese a que la Constitución Política del Estado del Estado les otorga igualdad de derechos.
En lugar de adecuarse a la norma nacional, se opone a lo que manda la CPE haciendo prevalecer la condición de boliviano y extranjero, considerando al "naturalizado" como un foráneo.
Lo curioso es que los integrantes de la ANF no se caracterizan por fomentar la formación de los "oriundos", al contrario, sus clubes están en la miseria en cuanto a recursos humanos y económicos producto de su dejadez en relación al potenciamiento de sus divisiones menores y promoción de valores.
Asimismo, Bolivia siempre ha recurrido a los naturalizados, antes llamados "nacionalizados", para conformar sus selecciones y afrontar diferentes certámenes. En el Mundial de 1950, contó con dos futbolistas nacidos en Argentina, Roberto Caparelli y Antonio Greco. La lista es interminable.
Incluso el actual director técnico del seleccionado boliviano, Gustavo Quinteros, se naturalizó y participó en el Mundial 94 con el equipo nacional. O sea, llegan a la Selección como bolivianos y juegan en sus equipos como extranjeros. Absurdo e irrisorio, sin duda.
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