Blooming perdió ante River Plate de Uruguay algo más que un partido que lo dejó afuera de la Copa Sudamericana. Perdió imagen y prestigio por no estar a la altura de las circunstancias.
Fue a Montevideo a caer por goleada (4-0) pero también a estropear su imagen de equipo profesional, serio (?) y grande, porque no encaró el torneo como debería hacerlo.
La diferencia entre uno y otro equipo fue notoria. Y eso que no enfrentó a uno de los poderosos del fútbol charrúa, sino a un equipo formador de jugadores que de tanto en tanto se mete en estas lides. Pese a ello, el River charrúa lo dejó casi en ridículo.
Hubo razones de peso para tamaña diferencia. Por un lado la estructura de equipo y por otro el aspecto atlético. River fue un equipo ordenado, con una idea bien definida y veloz, con una formación base que lo hace consistente.
Blooming, todo lo contrario: lento del medio para atrás, desordenado, inseguro en la marca, poco profundo, y sin una formación definida. Andrada realizó ¡seis! variantes para jugar en Uruguay…Un par obligadas (Reina dejó el club y Moreyra expulsado) y otras innecesarias.
Además, inexplicablemente, la academia tiene en su onceno varios jugadores excedidos de peso, imposibilitados del ida y vuelta que exige el fútbol en estos tiempos, y que además se veían ridículos ante rivales atléticos, delgados y veloces…
¿Se puede concebir algo así en estos tiempos ante un fútbol profesional y frente a un compromiso internacional? Seguro que no. ¡Una balanza urgente en la sede celeste! Y mayor seriedad en el cuerpo técnico.
Blooming otorgó todas esas ventajas y pasó un papelón. Las heridas se le pueden notar por un buen tiempo si no
se somete a una cirugía mayor, o, por lo menos, a un lifting, aunque algunos
necesitan una “lipo”.
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