viernes, 19 de marzo de 2010

NINGÚN SANTO

Blooming bebió otro trago amargo. Esta vez no lo sorbió en la Copa Libertadores, sino en el certamen local, pero supo igual de feo y desagradable, provocándole un dolor de cabeza que seguramente le durará muchos días. Fue anoche en la forzada despedida de su entrenador, Víctor Hugo Andrada.
El equipo celeste viene a los tumbos desde principios de año, bamboleante, como un ebrio al cual le cuesta ponerse en pie y caminar erecto, y ayer tropezó en su propia casa, provocando un alboroto que alteró la paciencia, la tranquilidad de la parcialidad bluminista.
San José no tuvo nada de beato ni inocente, al contrario, se convirtió en el verdugo de este Blooming que anoche tampoco encontró el camino para empezar a cambiar este presente que le está afectando a la buena imagen con que terminó la temporada.
El cuadro orureño jugó con la tranquilidad que su rival nunca tuvo y fue aprovechando sus oportunidades para conseguir una victoria justa y contundente (3-1) que pudo ser incluso más amplia.
La Academia fue un onceno sin rumbo, propenso a los esfuerzos inútiles, sin ideas a la hora de gestar juego, confuso, casi inofensivo a la hora de pisar el área rival y desordenado al momento de defender, y frágil mentalmente.
Al final se supo el por qué del descalabro. Andrada les había anunciado a los jugadores que renunciaría cualquiera fuera el resultado. Una mala decisión del entrenador porque provocó desconcierto y distracción en el grupo. De ahí la fragilidad apuntada y la marcada inseguridad en el juego.

* Foto La Prensa.

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