Mauricio Saucedo, genio y figura, autor de los primeros cuatro goles de una tarde soñada para Oriente Petrolero, sus hinchas, dirigentes, jugadores y cuerpo técnico.
Saucedo, armador devenido en artillero, hizo gala de oportunismo, picardía, inteligencia, categoría y frialdad en el área rival, ante una defensa indefensa a causa de sus desinteligencias, ineptitud individual, impericia y fragilidad colectiva.
Lo de Saucedo fue de manual. En el primer gol, reaccionó antes que nadie ante un remate defectuoso de Jasmani Campos y anotó de cabeza. En el segundo, corrió cuarenta metros para marcarle el pase a Aguirre, que se la entregó justa, y definió "como los dioses", con toque sutil, por encima del arquero Argüello. Después aprovechó un pase de Joselito para colocar la pelota, con clase y destreza, lejos del golero. Por último, le puso la frutilla a "su" torta, amagando en el área y desparramando defensores, para luego definir con gran jerarquía.Saucedo, goleador de la tarde, de Oriente y del torneo liguero, empezó a escribir, por fin, su nombre propio. De a poco dejó de ser "el hijo de Saucedo Landa", aquel otrora gran puntero derecho del propio Oriente, Universidad, La Bélgica, Real Santa Cruz, Blooming y la Selección nacional.
Hoy, es, simplemente, Mauricio Saucedo, el talentoso y cerebral volante albiverde; el que tuvo mucho que ver en fiesta de ayer en el Tahuichi, el que le alegró la vida a los orientistas y el que les amargó la tarde a los bolivaristas.
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