Bolivia se quedó con las ganas de asistir al Mundial Sub-17, al caer ante Colombia en el partido decisivo (1-2). Todo parecía sonreírle al equipo boliviano en un principio pero después los colombianos dieron vuelta la historia.
Hasta el empate le servía al cuadro nacional, sin embargo los goles colombianos se hicieron sentir y lo dejaron sin la fortaleza anímica que ayude a sustentar los argumentos futbolísticos para aspirar al resultado que necesitaba para ir a Nigeria.
Al final se quedó con el pié en el estribo y mucha tristeza, como es habitual en estos casos. Queda el consuelo de pasajes de fútbol rescatable y un grupo de jugadores interesantes.
Lo feo de esta historia es que antes de jugar un partido clave se haya estado hablando de plata, de premios en efectivo, en vez de estar concentrados en el juego.
Cuesta creer que muchachos de esa edad piensen en el dinero en lugar de divertirse, soñar con un futuro mejor a largo plazo, y es lamentable que los dirigentes se presten a ello, en lugar de enseñarles el camino que más les conviene y que los ayude a pensar primero en la gloria y después en la plata.
No cambiamos, seguimos siendo iguales a los 17 y a los 25, a los 19 y a los 50. Por eso tenemos esta realidad futbolística. Pobre en sueños, ambiciones y resultados.
* Foto La Prensa
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